jueves, 23 de enero de 2020

Me va a dar un algo: insomnio

Continúo con la serie de posts sobre cosas que dan yuyu. Hoy toca hablar del insomnio.


Que quede claro; para mi, dormir mal una noche, una semana o incluso me atrevería a decir un mes, no es tener insomnio. A eso yo lo llamo una mala racha de noches sin dormir. Es un nombre más largo, lo sé. Pero no es insomnio. Es como llamar "palitos de cangrejo" a los conglomerados de vete-tú-a-saber-qué-pescado, que son de todo menos cangrejo.

Si la hipocondria del anterior post era una luna que orbitaba a tu alrededor, el insomnio es como cuando te descubres la primera cana. Un día te miras al espejo y ahí está, creciendo en tu cabeza sin que te des cuenta, como un gusano; puedes cortarla y teñirla pero seguirá ahí. Y tú lo sabrás, y pensarás en ella todo el tiempo, con el miedo de que al día siguiente te levantes con cuatro más. Poco a poco te darás cuenta de que tu mundo se ha reducido a buscar remedios contra las canas, te unirás a asociaciones de gente con canas, te consolará que otra gente tenga canas desde hace más tiempo que tú y os tiraréis de los pelos porque nada soluciona vuestros problemas.

Bueno, era una dramatización, pero es que me he venido arriba y la verdad me he partido de risa al escribirlo. Vamos al lío.

No recuerdo cuándo empecé a tener insomnio, y no se si alguien podrá ponerse una fecha de aniversario, porque cuando te quieres dar cuenta con esto del mal-dormir, estás pringado hasta el cuello. Lo que sí se es que estuve casi tres años sin pegar ojo.

Lo probé todo: tomar infusiones, ducharme antes de dormir, hacer ejercicio, meditar, mejorar mi higiene del sueño (para los novatos, esto engloba: no mirar el móvil horas antes de irte a dormir, cenar ligero, irte a la cama siempre a la misma hora, levantarme a la misma hora, usar la cama solo para dormir y sobre todo ni hablar de siestas), y nada, absolutamente nada funcionó. Incluso me tomé melatonina durante un mes, sin ningún éxito. Como si me tomara gominolas.

No se cuántos os podréis imaginar mi desesperación. Si me hubieran dicho que beberme mi meado durante la luna llena me curaba el insomnio, lo habría hecho mejor que cualquier sumiller.

En mi peor racha, podía tardar 2 horas en dormirme, me desvelaba varias veces a lo largo de la noche (con las consiguientes horas para volver a quedarme dormida). Nunca dormía más allá de las 6 de la mañana y siempre me despertaba nerviosa, así que a las 9 o las 10 estaba tan cansada que me podría haber quedado dormida de pie si lo hubiera querido. Pero no lo hacía porque recordad que no podía dormir siestas. Las siestas implicaban dormir aun peor la noche siguiente. Y de todos modos no me hacía falta, porque luego el sueño se me iba y el resto del día lo pasaba como una moto patrocinada por Red Bull. Un infierno. No sé cómo lo conseguí llevar tan bien.

En mi caso, el insomnio desapareció por si solo cuando también desapareció un problema que llevaba en mi vida unos cuantos años; tantos, que no me había dado cuenta de lo mucho que me angustiaba. Los médicos me querían recetar pastillas para dormir, aunque en su favor diré que no les hacía mucha gracia porque era muy joven, pero en ningún momento me recomendaron ir a un psicólogo, lo cual es un error muy gordo, porque seguramente lo habría solucionado antes.

¿Mi consejo? Probad todo eso de mejorar la higiene del sueño de ahí arriba, averiguad qué os preocupa y cómo podéis solucionarlo o afrontarlo, y si aun así no podéis, id a un médico (para descartar otras causas) y luego a  un psicólogo. No es algo malo; al contrario, es muy necesario y os dará herramientas para superar este y cualquier otro problema que se os ponga delante. Porque no hay nada más  bonito que saber cómo sobrellevar lo que nos atormenta.

BeerBreaker