Los
rayos de luz anaranjados penetraban en la estancia de lado a lado como focos
iluminando un escenario en el que el tiempo se hubiera parado. Ella yacía de
manera casi romántica sobre el sofá; su pecho adormilado subía y bajaba de
manera tranquila hasta que despertó.
Miró
a su alrededor e intentó incorporarse pero no pudo, sentía como si aquel cuerpo
ya no le perteneciera. Miró el libro que tenía sobre las manos, pero no fue
capaz de mover un solo músculo, sólo sus ojos reaccionaban. Fue entonces cuando
supo que no estaba sola. No vio nada
ni a nadie pero lo sintió con tal fuerza, que sabía que había alguien más allí,
fuera de su campo de visión. También supo sin saber, que ese alguien era un
niño pequeño que se escondía y que su presencia era peligrosa.
Intentó
gritar desesperadamente, pero ni siquiera era capaz de abrir la boca. Su pulso
se aceleró al sentir la amenaza. Sintió que aquel niño se acercaba a su cuerpo
indolente, oía a su corazón latiendo cada vez más fuerte y entonces experimentó
la sensación más terrorífica de su vida: una mano fantasmal le tapó la boca y
la nariz con fuerza intentando ahogarla, le costaba respirar cada vez más y su
cuerpo seguía sin reaccionar. Sintió que se estaba muriendo y pensó si aquella
horrible experiencia era lo último que vivían las personas que dejaban el mundo.
Y
cuando casi estaba dejando de respirar,
despertó.
"La pesadilla" de Henry Fuseli (1781)
BeerBreaker
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